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Anormal.

Anormal. ¿Qué es ser anormal? Pues depende para quién. Lo ‘normal’ es que todos pensemos que un ‘anormal’ es aquél diferente al resto de los que creen ser ‘normales’. Pero, uno puede creerse normal pensando que está rodeado de anormales o ser realmente el anormal entre normales, o también, simplemente, sentir orgullo de anormalidad. 

Reflexiono, muy de vez en cuando, sobre uno de esos anormales, que quiero muchísimo y siento: yo. Al cabo de unos minutos, me doy cuenta, cada vez que lo hago, de tener más claro que nunca que soy un anormal

Sí. Soy uno de esos anormales a los que les gusta la poesía, de esos que se levantan los domingos a las 7.30h. para correr 15 km, que disfruta yendo a trabajar en el cercanías y el autobús porque va leyendo, que siente a su familia como su brújula, que de vez en cuando gusta de comer solo porque le viene bien para pensar, que se siente idealista, que cree en la amistad por encima de otros tipos de intereses, que se siente un romántico de la política y un privilegiado que sólo tiene que dar gracias a Él por despertar cada día y que vive pensando que la caballerosidad y el honor todavía existen. Un verdadero anormal.

Pero, sintiéndome así, cuando conoces a otras personas, hablas con ellas y dejas que se abran, te das cuenta que muchos de los que dicen ser normales, son tan anormales como tú.

Comenzaba escribiendo estas líneas, pensando en hablar de la anormalidad intelectual y política. Tras estas líneas prefiero no hacerlo. No quiero estropear el sentido poético de la anormalidad. Porque, me he dado cuenta que en mi vida, siempre he estado más cerca de aquellos ‘anormales sociales’ o ‘diferentes’ que de esos que creen o han creído sentirse ‘normales’.

Vivimos una época en la que cualquier ciudadano, cualquier persona que se levante por la mañana, encienda la radio o la tele para escuchar alguna noticia, pueda pensar que vive en un mundo del que no forma parte. Pero todos formamos parte de este mundo. No podemos ser ajenos ni separarnos de él. Debemos comprometernos.

Ahora lo pienso, esa es otra característica de la anormalidad: el compromiso.

Creo en lo que hago, en todo. Admito la crítica, siempre lo he hecho. De vez en cuando me gusta arriesgar y ponerme a tiro pero, que no me hagan perder ese sentimiento de anormalidad poético-mística porque, en caso de ser, de volverme tan normal como otros, el que dispara soy yo y, queridos, soy artillero verbal.

Sé lo más anormal que puedas ser, a día de hoy puede convertirse en una virtud.

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