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Día 96: La Parábola de los Talentos.

A las 6 h. repasaba la prensa. Una de esas pesadillas me alteró la noche y desperté antes de la cuenta. Aprovechar. No merece la pena volver a dormir un rato más, así que iniciamos el día prontito.
 
Y temprano, con el frescor de la mañana, según caminaba, con tranquilidad, con más o menos orden de ideas, reflexionaba sobre los dones que recibimos al nacer, por el hecho de Ser. Lo que la vida nos da y nos ofrece.
 

 
Somos nosotros los que, posteriormente, hacemos bien o mal uso de ello.
 
Hoy, en la caminata, he recordado una de esas enseñanzas de esos coach que ya lo eran hace miles de años. En este caso me refiero a Jesús de Nazaret.
 
Al llegar he cogido la Biblia que tengo en la oficina y he buscado para volver a leer bien: la Parábola de los Talentos. Seas religioso o no, incluso ateo, la sabiduría no entiende de religiones, se recoge y se agradece. Esos libros, entre los que incluyo la Biblia, son una fuente de sabiduría e inspiración, que está ahí para aquél que desee acercarse. Mucho de lo que ahora leemos, en libros de gurús modernos y postmodernos, se basan en aquellos textos que nos dejaron los grandes y verdaderos Maestros.
 
La Parábola de los Talentos se encuentra en el Evangelio de Mateo 25, 14-30 y dice así:
 
«14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que, partiendo lejos, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes.
 
15 Y a uno dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
 
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
 
17 Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos.
 
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
 
19 Y después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos e hizo cuentas con ellos.
 
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
 
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
 
22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
 
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
 
24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
 
25 y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
 
26 Y respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
 
27 por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses.
 
28 Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos.
 
29 Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
 
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.»
 
En el periodo helénico,  hasta las guerras romanas, el talento, que deriva del griego talanton que significa balanza o peso, era la unidad de medida utilizada.  Su origen se sitúa en la antigua Babilonia y de él se habla tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
 
Hoy en día, el talento deriva de los tres ejes básicos de éxito: el saber hacer relacionado con los conocimientos, el poder hacer referido a las habilidades para desarrollar una actividad y el querer hacer que se centra en la actitud para generar valor con las dos anteriores. Un equilibrio entre la actitud y la aptitud. Podríamos decir que es, ese conjunto de capacidades de una persona potenciadas en un contexto adecuado.
 
Por lo tanto, aunque en tiempos de Jesús el talento era una moneda,  podemos aplicar esta parábola a los talentos o semillas que recibimos al nacer como dones.
 
Son talentos que forman parte de nuestro caminar, de nuestra evolución, y nos ayudan a crecer.
 
Lo único que nos llevamos de nuestra vida es aquello que dejamos en ella, con hechos.
 
Es una parábola preciosa y llena de significado.

«Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.»

¿Qué hacemos con nuestros talentos? Capacidad, tiempo.
Todo son semillas que la vida nos ha dado para que sembremos y, de esa manera, se lo devolvamos a la sociedad en forma de servicio.
 
Si desperdiciamos nuestro tiempo, las oportunidades, y nuestras capacidades, no solo no recogeremos nada sino que lo habremos perdido para siempre.
 
Todos tenemos un talento, si no lo utilizamos la vida nos lo quitará.
 
El talento está para salir ahí fuera a servir. Para poner ese talento al servicio de un proyecto, de una causa, de la sociedad.
 
La vida nos hace una invitación.
 
Dejamos que se nos pasen los días, y los años, sin habernos dedicado a nuestro propósito que es nuestro talento.
 
Porque propósito es servicio, es servir a los demás.

Aquél que no vive para servir no sirve para vivir.

Fundamental: saber quién eres.
 
Aprovechar, trabajar, ser creativos, en vez de perder el tiempo o ser ociosos.
 
Las mejores lecciones de liderazgo, coaching, motivación y desarrollo personal están en esos textos de hace cientos, incluso miles, de años.

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