A/24.L
Salgo de la estación del tren y se ha hecho el día. Voy llegando a Madrid y veo el amanecer. Puede parecer una tontería, no lo es. Entrar en la oficina, con iluminada por el día, no tener que encender las luces. Tomar el café contemplando los edificios con sus árboles guardianes, ya vestidos con el verde de esta primavera avanzada.
Tener fe. O la tienes o no la tienes.
La fe no es producto de una deducción lógica, eso sería conocimiento. El conocimiento nos lleva a la certeza convincente que, entonces, es característica de la lógica. La fe no se basa en la lógica, carece de certeza, entonces es un «sentimiento», una «emoción» sin ninguna base real y confiable. Es algo subjetivo, que tienes o no tienes.
Toda situación requiere de un juicio. Del juicio que nos formamos de una situación nacen nuestras emociones, positivas o negativas. Una de ellas es la ira.
“El remedio más eficaz de la ira es el tiempo que enfría su primer ardor y disipa o al menos esclarece la nube que oscurece el ánimo.” Séneca
Vemos frente a nosotros grandes obstáculos, pero tal vez no estemos mirando con la mentalidad adecuada.
La vida cabrón. Es la vida. No dejes que se te escape. No le damos importancia porque son minúsculos momentos, pero son nuestros. Atrápalos. No permitas que vuelen como si nada. El café. Las notas en tu cuaderno. El ratito con el libro entre las manos. Esos viajes en tren. La comida con los padres. La película con tu hijo. Las risas en pareja.
Pasar de lo bien a lo mal puede ser cuestión de una milésima de segundo. Pasar de lo mal a lo bien una eternidad, pero pasa.
En la vida podemos hacer dos cosas, excusarnos continuamente o dar resultados. Los resultados pueden ser buenos, malos o regulares, al menos lo intentaste. Las excusas solo pueden ser de un tipo: malas.
A/25.M
Tomo café en la estación de Chamartín, Clara Campoamor. En una hora viajo a Ourense, esa ciudad que desde hace unos años hice mía no sé si porque desde la primera vez que viajé, en mis responsabilidades actuales, sus gentes, sus calles, me acogieron con tal calidad que cogí cariño.
Ahora nos separan dos horas con el tren de alta velocidad. Antes eran cinco en tren, que era lo que solía hacer para no tomar un avión a Santiago, más caro e incómodo.
Las inseguridades de los demás no pueden romper los equilibrios vitales de uno mismo.
El hecho de tomar un agua con gas, con hielo y un pedacito de limón, en un vaso de plástico, cambia bastante a tomarlo en su vaso de cristal, a no ser que lo hagas al ritmo de los vaivenes del tren mientras contemplas por la ventana la inmensidad de los campos de España. Entonces te olvidas del tacto del plástico, de esas notas de sabor amargo, que te quedan cuando bebes un agua con burbujas, ese gas carbónico, porque te gusta y porque, además, en este preciso instante del viaje no tenías nada más que escribir en tu cuaderno.
Ni es poético ni es bello. Pero ahí estoy yo, en pie, guardando el equilibrio, mientras el limón se baña en burbujas antes de que se pierdan en mí.
Cada uno definimos nuestros límites. Esa es la complejidad. Las percepciones sobre el mundo, sobre los sentidos, sobre la moral, los valores, la ética, son diferentes para cada uno de nosotros.
Percibimos la realidad como si fuésemos el centro del universo. U no lo somos. Creemos que todo tiene que salir como nosotros creemos. No tiene por qué ser así, ni normalmente lo es.
Podemos elegir cómo pensar. Ese es el poder que cada uno tenemos.
Nuestro mundo es una ilusión, es una percepción que nos viene dada por nuestras creencias. Unas creencias que hemos heredado. Podemos cambiar la percepción del mundo cambiando nuestras creencias.
La pastilla roja de Matrix.
Podemos seguir viviendo en la ilusión o dar el paso y cambiar.
Vivir conscientemente. Prestar atención, ser consciente de lo que sucede en el aquí y ahora. Experimentarlo, sin obstáculos. Claramente. Directamente. Sin estorbos mentales. Oler el campo. Escuchar el viento. Sentir lo natural.
Termino tarde la ruta rural. Conocer municipios, aldeas, proyectos que tienen como objetivo poner en valor, visualizar, lo rural. Apostando, invirtiendo, haciendo, intentando que los pueblos, nuestras raíces, no queden en el olvido.
He disfrutado como pocos recorriendo parte de la provincia, visitando lugares con unas imágenes realmente de cuento, entre montes, montañas verdes que me ofrecían, a través del deslumbre del sol, lo que normalmente no vemos de esta España nuestra.
Salgo a dar un paseo por las calles de esta ciudad. Ourense es uno de esos lugares a los que no me cansaré nunca de ir. No sé muy bien por qué me ha enganchado esta provincia. Tal vez porque es ciudad sin dejar de ser pueblo. Tal vez porque guarda un sabor tranquilo, cálido, envuelto en un clima diferente y aderezado con míticas historias.
Oler y acariciar las piedras de su hermosa catedral y sentir el rezumar de las aguas del río.
Ourense es una de esas ciudades que guarda poesía y yo suelo llevarme siempre alguno de sus versos.
Siempre he sentido que la poesía es ese consuelo que las oraciones dejan de tener en nuestras almas. Cuando consigues guardar tu soledad, deseada, entre unas calles como éstas, la poesía se apodera de ella.
A/26.X
Hoy no estoy donde ayer ni ayer estaba donde hoy.
He viajado, viaje corto, a Santiago de Compostela. Lugar diferente, tanto ciudad como hotel.
Uno ya no sabe muy bien, no recuerda como debe, el número de habitación. Resulta que al llegar de la comida, tan campante, he subido a la primera planta, habitación 101. La maldita llave que no funciona. Otra vez que se me ha ido el código magnético. Dale que te pego a la manilla para intentar abrir y nada. En esto que la puerta se abre y aparece un tipo mayor, delgado, bajito, con los pelos grises y revueltos.
Bondosghabenduff. Algo así pronuncia, sonriendo.
Lo siento, digo yo mientras salgo pitando ante la mirada abierta del tipejo aquel.
He bajado al hall, me he sentado unos minutos y he recordado el número de habitación de hoy, 322. ¿Podría haberlo preguntado en recepción? Sí. No he querido ridiculizarme más.
“Aquél que realiza la ascensión de una montaña y descubre el lugar del nacimiento de un río, se maravilla de la pureza del agua y de su delicioso sabor. A medida que esta agua va descendiendo hacia el llano, se convierte en un río, y recibe impurezas, productos tóxicos vertidos por los habitantes que viven en sus orillas. Cuando llega a la desembocadura para verter sus aguas al mar, aquél que bebe de ella podría envenenarse.
Desde la fuente donde nace hasta el mar, el río representa toda una jerarquía. Esta jerarquía la encontramos en nosotros mismos, desde la fuente que es nuestro Yo divino, hasta el plano físico. Para poder beber la vida pura, debemos apartarnos de las regiones inferiores de los planos físico, astral y mental, e ir en busca del agua a las cimas de las altas montañas en nosotros: nuestra alma y nuestro espíritu.»Omraam Mikhaël Aïvanhov
A/27.J
Tomo café en un bar de Santiago de Compostela, esta magna ciudad gallega que me acoge hoy y que me recuerda que no somos eternos.
Ayer fue uno de esos días contradictorios. Hay personas que gustan de sacarle punta a todo y en vez de aportar soluciones lo que hacen es echar más leña al fuego.
Hay quien te transmite calma porque lo hace desde el amor y desde una sensibilidad infinita.
Es fácil dar la vuelta a las cosas. Hay verdaderos especialistas en hacerlo. El cainismo acompaña a los humanos. Las envidias nos persiguen y los valores se esfuman porque no encuentran su lugar en una sociedad descompuesta y fabricada por personas cada vez más individualistas y poco compasivas.
Vivimos pensando en lo siguiente, en qué conseguiré después. No vivimos en el presente, en el ahora. Si dejamos de vivir el ahora, pendientes de mañana, ni vivimos hoy ni viviremos mañana.
Marco Aurelio, ese emperador formidable, se hacía siempre 5 preguntas que lo llevaron a ser grande:
¿Está esto bajo mi control?
¿Es esto necesario?
¿Qué dice esta acción de mí?
¿No me arrepentiré después de hacerlo?
¿Acaso es esto tan terrible?
Los peregrinos van de un lado a otro de las calles. Unos llegan, otros marchan. En sus caras la plenitud y satisfacción. En sus pies los kilómetros andados. Se abrazan. Lloran. Muchos se habrán conocido en el Camino. Otros han preferido hacerlo en solitario, como un ejercicio de encuentro consigo mismo, un retiro espiritual, de contemplación.
Lo tengo pendiente. Otra cosa pendiente. Parece que nunca hay tiempo y el tiempo se va. Una semana al año. Tan solo eso. Planificar bien las etapas. En su día, cuando las fuerzas y los entrenamientos me acompañaban, hice dos veces la etapa del Camino entre Madrid y Segovia, 100 kilómetros de trote. Una prueba de esfuerzo única montaña a través. Cada vez que lo recuerdo se me ponen los pelos de punta.
Fue un gran reto. Lo hice dos veces. No hace tanto. ¿Qué son diez años?
Solo te das cuenta de lo fuerte que eres cuando encuentras una razón para serlo.
Tal día como hoy, 27 de abril, hace 2500 años, fallecía Buda, fundador de una de las religiones o filosofías de vida más importantes del mundo.
Buda se dedicó a analizar las causas del sufrimiento humano.
No prejuzgues. Los juicios, o prejuicios, pueden nublar nuestro juicio. Mente abierta. Observar.
Vivir con lo necesario. Una de las causas del sufrimiento es la avaricia. Controlar los deseos.
Liberarse de los apegos. Aferrarse a las cosas y las personas. Aceptar el cambio.
Vive el presente.
Conoce quién eres. Es mejor saber gobernarse a uno mismo que la búsqueda de objetivos más allá de nosotros.
No eches balones fuera. Reconoce los errores, no culpes a los demás.
No dejes de aprender.
Disfruta de momentos en soledad, de ti.
Sé crítico. Evalúa tus creencias.
Olvida tus rencillas con los demás. Busca la felicidad, no te pelees con la gente.
A/28.V
Cuando para hacerte valer, como posible líder de una organización, tienes que amenazar, mandar, utilizar una posición de poder por encima del resto, el trabajo se desarrollará a desgana, con disgusto y desconfianza.
La equivocación es una opción para aquellos que toman decisiones y trabajan. No se equivoca quien no hace.
En momentos de ofuscación, el estar en silencio, meditar, ayuda a aumentar la capacidad de atención, atenuar la ira y ver al resto de un modo menos crítico.
En Minaya. Repaso la semana. No puedo evitarlo. Dar vueltas y vueltas a la cabeza, como si no tuviera otra cosa en la que pensar, no sirve de nada y pierdo disfrutar unos momentos muy valiosos. Tampoco puedo cambiar nada. No sé qué hago con tanto erre que erre a lo mismo.
En esta tierra, con los míos, trataré de olvidar, respirar y desconectar del ruido.
Conectar con mi esencia, con lo que verdaderamente me hace sentir bien.
Somos lo que comemos, o eso dicen, yo creo que también somos lo que vivimos.
No vemos las cosas como son sino como somos.
Lo escribo por aquí muchas veces, pero es así, este humilde lugar… es mi Lugar: Minaya.
No sé, creo que el camino de la vida nos va dirigiendo hacia dónde queremos estar. Normalmente son nuestras raíces. Es como que te van absorbiendo sin darte cuenta. He llegado a descubrir que mi pueblo, Minaya, simplemente es el lugar que duerme mi presente, acoge mi pasado y mece el futuro. Simplemente es mi Minaya, mi casa.
“Cuánto más cerca estés de una mente tranquila, más cerca estarás de la fuerza.” Marco Aurelio
A/29.S
Para los estoicos y los budistas una persona que no es libre es sería aquella que está encadenada a sus deseos, pasiones y emociones y no es capaz de mantenerse en paz con una mente tranquila.
La moderación, por lo tanto, es clave para poder disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida.
Dejé, como siempre en este lugar, la persiana levantada para que así, justo en el amanecer, la luz y los cantos rituales de los pájaros me trajeran a un nuevo día. Es un renacer. Así ha sido. No puedo estar más agradecido porque, de alguna manera, he conseguido limpiar de pensamientos ásperos mi mente, de eso que acontece, de eso que va y viene y que solo tiene que ver con aquello que no está bajo nuestro control y que, además, te envuelve en esos círculos ajenos a lo real y a lo que importa.
Ayer me bañé del cariño de los míos, de esas personas que te quieren de verdad, que son incondicionales y que siempre están, sobre todo en los momentos que te tambaleas, que necesitas apoyarte para no caer.
Estoy en mi mesa, junto a mi ventana, en mi casa, este rincón manchego que nada envidia a cualquiera de esos lugares paradisiacos que se esconden dentro y fuera de nuestra geografía y a los que acuden, muy respetablemente, todos aquellos que quieren mostrarse y lucirse. Este es mi pequeño universo. Escribo mientras escucho el jolgorio de los pájaros en el tejado y sobre los árboles del patio. Ajenos a mi presencia. No dejan de cantar, felices. El cielo está algo nublado. Tenemos una temperatura ideal, algo elevada para las fechas que estamos.
Aquí me siento distinto, a salvo.
Lo inteligente, a mi modo de ver, es estar aquí, en este presente y darle todo su protagonismo, su color, su gozo, su aroma. Esto me ayuda a vivir el resto, los malos pensamientos, lo que me hace sufrir. Eso no sirve. Dejemos de ser esclavos.
La inteligencia es utilizar esa capacidad que tenemos para elegir la vida que queremos vivir y, por tanto, construir la persona capaz de vivir esa vida.
Todos estos sonidos, los pájaros cantando, ese gallo lejano, los perros ladrando, el viento acariciando las ramas del almendro, el zumbido del abejorro alrededor del romero, es la belleza de la naturaleza, su alma.
Déjate ir, déjate estar. Ahí. Todo es ideal. Me siento conectado en el lugar.
“No busques que todo suceda como deseas que suceda, sino más bien desea que todo suceda como realmente sucederá, entonces tu vida fluirá bien.” Epicteto
Qué pocas ganas tengo ya de luchar, de pelearme por lo que creo.
Consejo y cita estoica, sin saberlo, de mi madre, esa gran coach que desconoce que lo es: “Hijo, no puedes estar constantemente preocupado por el qué pasará o lo que puede pasar mañana. Despreocúpate de una vez. Vive hoy. Sé feliz hoy y disfruta, mañana ya veremos lo que pasa y si llega a pasar lo afrontaríamos como siempre. Ale, vete a dar un paseo al campo.”
Emilio Lledó explicó en su ensayo ‘El silencio de la escritura’ que cada texto tiene su propio ritmo y perspectiva, dando lugar, incluso a la ambigüedad en función de la circunstancia del lector u oyente.
Nuestras circunstancias nos hacen percibir lo que leemos o escuchamos de una manera u otra.
A/30.D
Despierto a la luz, a ese cielo azul que hoy queda limpio de nubes y tiznado, tan solo, por el vuelo de las golondrinas que anuncian el verano.
El día de ayer, aquí, entre lo familiar y la amistad, entre los caminos y el olor de la tierra, el silencio y el palpitar del corazón que está dónde está. Aquí, en ese sentir de los versos más profundos que incluso sin querer convierten el día, y la noche, en uno de esos poemas que se engarzan como una cadena en tu ser.
Aquí me quedé. Aquí me quedo hoy y aquí me quedaré porque los días solo son días si lo somos capaces de hacer.
Los campos están sedientos, tristes. Las cosechas este año me temo se perderán en gran parte. Lleva demasiado tiempo sin llover, la siembra no crece y, sin duda, influirá en nuestro comer.
Sin campo no vivimos.
El presentador Jesús Quintero, conocido como El Loco de la Colina, en una entrevista al escritor Antonio Gala le preguntó: «Señor Gala, ¿qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?«
A lo que el escritor respondió: «En principio yo le diría: irse a una playa. Pero en el fondo, de verdad, tengo que decirle que salir de esta especie de laberinto en que nos han metido, una vida que no es la nuestra y que no es la mandada. Que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos, y así hasta el final. Salirse de esa cadena terrible, desencadenarse. A riesgo de la soledad, a riesgo de la falta de comprensión, pero irse un poco al campo, en el mejor de los sentidos. Salir de esa extraña y monótona esclavitud de cada día. Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma. Eso es la inteligencia. Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no la quiero. No me sirve para nada. No creo que le sirva para nada a nadie».
Sabio.