En ocasiones convierto mis caminatas matinales en un monólogo, tanto interior como exterior, sobre el liderazgo. Tema que me apasiona pero que igual que lo hace, en momentos me desespera.
Es fácil hablar o escribir de liderazgo para con los demás, aconsejar o dar pautas de comportamiento; lo más difícil es el liderazgo de uno mismo.
Así lo repito y repetiré y, de hecho, forma parte siempre de mis apuntes en artículos y charlas.
No hay liderazgo externo sin liderazgo interno.
Y anotó lo que dice mi amigo y compañero Séneca, en sus Tratados Morales
“No digo esto por mí, que estoy en la línea de todos los vicios, sino por aquel que hizo algún progreso. ‘Hablas de una manera, me dirás, y vives de otra’. este mismo reproche, oh, mentes llenas de maldad y enemigas de los mejores varones, ya fue hecho a Platón, a Epicuro y a Zenón, porque todos ellos hablaban, no como vivían, sino como debieran vivir. Hablo no de mí, sino de la virtud. Y cuando reprocho los vicios, reprocho en primer lugar los míos. Cuando pueda viviré como es debido.»
Vivimos en un mundo de constante cambio. Nos lleva, nos cuesta detenernos y pensar.
Seamos conscientes, seamos verdaderos líderes comenzando por nosotros mismos: seamos personas. A partir de ese momento, estamos en condiciones de exigir que nuestros líderes, en casa, en el trabajo, en la empresa, en la política, sean Líderes Emocionales.
No deberíamos olvidar que nadie nos va a solucionar nuestra vida. Nadie tiene el deber de hacerlo. Debemos ser capaces de transmitírselo a las generaciones venideras. La responsabilidad es de cada uno de nosotros.
El liderazgo es un ejemplo de motivación, acompañamiento en el camino, referencia. Pero no podemos exigir que nuestra vida nos la solucionen otros, sea desde las administraciones o desde los gobiernos. Nuestro bienestar depende única y exclusivamente de cada uno.
¿Qué nos preocupa? ¿Cómo solucionarlo? Debemos aprender a liderarnos y aportar nuestro granito de arena para construir una sociedad mejor desde lo global, de tal manera que aquellos que por circunstancias poco deseables no lo puedan llegar a lo básico, el resto se lo podamos garantizar desde un liderazgo humano, emocional y universal.
Los liderazgos son necesarios. Las sociedades avanzan con liderazgos y nosotros avanzaremos siendo nuestros propios líderes.
Y nunca hay que darse por vencidos, aunque nos caigamos dos, tres o las veces que sea, hay que levantar y seguir.
No creo que a nadie se le ocurra pensar que el éxito llega por casualidad o suerte. Que cuando alguien llega arriba lo hace sin antes haber caído varías veces, o sin esfuerzo y sacrificio, o sin perseverancia y constancia, o sin disciplina y tesón.
Hay una creencia por ahí, en algunos foros, bastante ignorantes o cutres por cierto, de que el éxito en los negocios, en la Empresa, es cuestión de suerte; o que el dinero de aquel que lo tiene le ha venido caído del cielo (no hablo de loterías).
Eso de la suerte yo nunca he entendido qué es o, al menos, diré que no la he conocido.
Sí he conocido, y conozco, a personas con iniciativa, valientes, que se arriesgan, que luchan, que resbalan, caen y vuelven a levantarse. Unos han llegado arriba y otros lo siguen intentando.
No sé lo que es el éxito o lo que significará para ellos, tampoco me toca hoy describir lo que significa para mi, aunque sí diré que una parte del éxito es no dejar de pelear y luchar nunca por tu proyecto o aquello en lo que crees.
Si te resbalas, vuelve a intentarlo. Es la esencia del liderazgo, es la esencia del liderazgo interior.
Los verdaderos liderazgos se construyen de dentro a fuera, con errores y fracasos, pero siempre con la confianza y creencia en uno mismo desde la humildad, la valentía, la perseverancia, la honestidad, el compromiso, la curiosidad y el esfuerzo.
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