Caminar por la calle, correr en parques, supone momentos de reflexión y meditación, saludables y medicinales, que calman radicalmente estados de ansiedad y estrés.
Tal vez a veces nos enfrentemos demasiado a nosotros mismos, a nuestras contradicciones, a nuestras peleas internas que suelen ir de un lado a otro, que son pero no son, que escribimos pero no hacemos, que buscamos pero no encontramos. Nos debatimos en mil ideas y desencuentros.
Esta noche, por ejemplo, me encontré con un sueño de esos en los que aparecen personas que conozco, trato o he tratado en el mundo profesional. Unos que están, pero otros que no. Unos de una con unas maneras de pensar, y otros con otra. Unos con los que me he llevado bien, aun siendo competidores y otros que no siéndolo, he tenido más tira y afloja.
Curiosamente, en esos sueños totalmente intemporales, que nos vienen a buscar en la noche, sin sentido actual, surgen también esas contradicciones nuestras, convertidas en discusiones, de esos valores vitales, en los que uno va analizándose en su día a día.
Y es que me doy cuenta cómo algunos opinan sobre nosotros, porque creen conocernos, por el simple hecho de ver una cierta fachada o comportamiento, que realmente poco tiene que ver con la esencia interior de la persona. Esa jodida costumbre a juzgar, a hablar del otro.
Y tal vez en este análisis, pienso, nos enfurecemos con nosotros; tal vez mostremos a los demás lo que ellos quieren ver y no lo que realmente somos.
Cuando escarbas un poco en ti, es cuando descubres tu verdad, la Verdad.
La verdad es que formamos parte de un todo y ese todo, que somos nosotros, que son esos otros que creemos ajenos a nosotros, que son también los objetos externos, funciona como parte de nuestro universo vital.
Nos han educado en el individualismo, en la competencia y el deseo; educamos a las generaciones que vienen, a nuestros hijos, exactamente igual. El resultado está siendo un desastre: infelicidad, frustraciones, ansiedad, depresiones, hipertensión, infartos…
Mi mente, en general la de todos, está expuesta a la hiperactividad. Cuando llego al fin de semana me doy cuenta todavía más porque soy incapaz de calmarla. Hago un intento extraordinario por recogerme en mi y el esfuerzo, a veces, es vano porque no deja de deambular de aquí a allá.
Necesitamos encontrar ese espacio de calma interior, de calma vital que nos permita ser conscientes del ahora sin más pensamiento que la belleza y poesía del presente.
Somos incapaces de aplacar nuestra avidez, siempre queremos más y más porque nos hemos acostumbrado o hemos creído que ese más y más nos daría una felicidad que, sinceramente, no es cierta.
Mi amigo Russell, en su magnífica obra ‘La Conquista de la Felicidad’, asegura que la condición indispensable de la felicidad era carecer de algunas cosas deseadas. Es cierto. Añado: como lo es disfrutar lo que tenemos y no desear lo que no. Valorar lo nuestro, sea lo que sea, sentirlo, vivirlo.
Un ejercicio extraordinario es pararse y examinar nuestra mente. Buscar esas contradicciones y eliminarlas. ¿Por qué nos sentimos incompletos? Tal vez porque buscamos objetos que nos complementen como sujetos. Eso genera frustraciones.
Nos sentimos siempre incompletos porque nada nos complace.
Todos tenemos una misión, pero debemos ser capaces de encontrarla.
Debemos conectar con nosotros, con nuestro propio ser. Parece que caminamos siendo lo que otros han querido que seamos. El mundo puede cambiar a través de nosotros, no para nosotros.
¿Cuál es nuestra misión de vida?
Lo que realmente eres es mucho más real de lo que el mundo te ha dicho que eres. Solo tienes que descubrirlo. (liderandoT)
Seamos sinceros con nosotros.
Sé sincero contigo, con quién eres, con lo que crees y cómo quieres vivir. Sé auténtico. Simplemente eso: Sé.