Todos estamos envueltos en contradicciones; unas son provocadas por creencias que nos acompañan, otras son fruto de lo interno que entra en contradicción con lo externo.
A veces me enfrento al papel en blanco y mi contradicción, conmigo mismo, es el no tener ganas de escribir por no querer enfrentarme a mis desvelos.
Me muevo en un discurso precario, en momentos carente de argumentos, y eso, en ocasiones, provoca que las palabras no broten como deben. Cierto es que si no lo hago, si no escribo, se aglutina en mi alma un pesar que no genera más que una bola cada vez más difícil de escupir. Pero hasta en la escritura uno debe ser capaz de encontrar ciertos equilibrios.

Discutía hoy, conversaba, lo que pensamos cada uno de la felicidad del otro. Venía a cuento de un comentario sobre cierta persona: «Es que menganito sabe disfrutar de la vida, de la felicidad». Mi pregunta, al hilo de esta afirmación, ha sido: «¿pero qué es felicidad?»
¿Qué sabemos de la felicidad de los demás? ¿Lo que pensamos como feliz, realmente lo es para él? ¿Eso que es felicidad para él, lo es para nosotros? ¿Por qué juzgamos, criticamos, valoramos, la felicidad de los demás?
Y es cierto. En primer lugar, la carencia de algo es lo que nos hace explorar.
En segundo lugar, ¿qué es felicidad? ¿qué es éxito? Posiblemente lo que veamos en el resto como tal, ni lo es ni lo será.
“No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino.” Buda Gautama
Y yo que pensaba era feliz.
“La felicidad depende de nosotros mismos”. Aristóteles
Tengo otro amigo, en cambio, que es muy marchoso, que le gusta salir mucho y su entorno lo que quiere es estar en casa todo el fin de semana, entre labores de hogar y los niños. Otros le envidian pero, realmente, él no es feliz haciendo lo que hace.
¿Dónde está pues la felicidad? La felicidad está en hacer lo que uno quiere hacer. Ni más ni menos, sin más y sin menos.
En mi caso no soy ni más ni menos que el resto. Del montón. Tampoco quiero ser más, pero nunca menos. Simplemente quiero sentir y vivir aquello que creo: mi poesía. Y mi poesía no tiene por qué ser la poesía del resto, ni siquiera al resto tiene por qué gustarles los versos. Simplemente, quiero ser. No creo sea algo tan difícil. ¿O sí?
Cuando uno cumple años, normalmente, y digo normalmente, es más prejuzgado o juzgado por sus actos, criticado por sus formas. Yo, en cambio, pienso que cuando uno cumple años, está más seguro de lo que piensa y quiere. Simplemente el caminar te hace aprender, sentir y ser.
Pensamos más en la felicidad de otros y menos en el presente de la nuestra. Perseguimos lo que no es nuestro y eso termina por amargar nuestras vidas o frustrarla. En ocasiones somos nosotros mismos los que complicamos las cosas y, al complicarlas, imaginamos un resultado que dista mucho de la realidad.
“Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene” Séneca
Somos esclavos de nuestros pensamientos y mientras que así sea somos seres muertos que deambulan según marca su mente.
Me niego una y otra vez a esto y, reconozco, todavía en ocasiones, me dejo llevar por esos pensamientos de futuro que nada tienen que ver con lo real, el presente.
Nuestro presente es el ahora, lo de ayer fue ayer y mañana… ¿quién sabe el mañana? ¿Sufrir por lo que posiblemente ocurrirá mañana, cuando ni siquiera sabemos si viviremos más allá de este momento no es sufrir dos veces? ¿O sufrir sin necesidad? Yo creo que sí. Pensar más en el presente, en el ahora, es sentir nuestra felicidad de dentro hacia fuera. Contradecirnos es esclavizarnos psíquica y espiritualmente.
La felicidad hay que buscarla dentro, ahora. Cambia de actitud.
“Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estas viviendo el presente”. Lao Tzu