Me apetecía escribir hoy sobre algo que leí hace algún tiempo. Lo aconsejo y utilizo en mis clases de liderazgo, #liderandoT, y es la llamada Regla de las 5 horas.
Su esencia es el aprendizaje diario, el no dejar de aprender cada día y es una norma que ocupa tan solo 5 horas: una hora al día durante los cinco días laborables de la semana (los fines de semana se descansa)
El ideólogo de esta Regla no es otro que Benjamín Franklin, masón, quién hacía todo lo posible por cumplir con esta regla y parece no le fue tan mal. Hoy, con todas esas ocupaciones que nos acompañan, nos parece muy difícil dedicar cinco horas a la semana a esta regla.
La norma es la siguiente:
1. Levantarse por la mañana muy temprano, leer y escribir
2. Escribir una serie de objetivos personales y evaluar continuamente si se está cerca de lograrlos.
3. Crear un club para personas similares a nosotros para intentar influir en la sociedad y mejorar el mundo.
4. Convertir las ideas en experimentos.
5. Tener momentos de reflexión por las mañanas y por las tardes.
Y sí, yo aplico esta norma, a mi manera, pero trato de aplicarla. Me levanto temprano, leo y escribo mientras camino 4 kilómetros hasta la oficina.
Escribo mis objetivos personales y analizo su cumplimiento.
Trato de rodearme de personas que me parecen interesantes. Mantengo almuerzos, al menos uno semanal, con aquellos que me aportan algo en mi vida, sean del mundo de la política, la empresa, amigos o no.
No dejo de enredar, de idear y experimentar con aquello que más me interesa. Normalmente el mundo del liderazgo y la empresa, más allá de la filosofía y poesía.
Me preocupo de tener momentos, a lo largo del día, de reflexión, meditación y silencio. Algo cada vez más necesario en mi día a día.
Aplicar esta sencilla regla podría significar la diferencia entre una vida mediocre y otra interesante y rica en experiencia. Una hora al día para llenarlo de estas experiencias no es tanto.
La clave es lograr cada día al menos una hora de espacio. Perdemos mucho tiempo con lo que, a lo mejor, dejar 60 minutos para pensar, para leer y sobre todo, para aprender algo nuevo, no debería ser tan difícil.
Una vez liberado ese tiempo, la clave estaría en estos cinco puntos:
1. Planificar el tiempo de aprendizaje: saber lo que queremos aprender y especificar los objetivos.
2. Practicar: de una manera honesta, sabiendo que debemos mejorar y nunca quedándonos solo en los que ya sabemos.
3. Meditar: hay que dedicar unos minutos al día para reflexionar. Hacernos preguntas a nosotros mismos.
4. Guardar tiempo para aprender: leer, estudiar.
5. Resolver las cosas según surgen: nada de procrastinar. Mejor enfrentarnos a un problema cuando todavía es pequeño que dejarlo y se convierta en un tema mucho más grave. Y si tenemos alguna idea, mejor intentarlo que dejarla olvidada en un cajón. Quién sabe si podrá ser nuestro mejor poema o negocio.
Seguro que muchísimos de vosotros lo hacéis. Seguro que conoceís y practicáis esta regla inventada en el siglo XVIII y que busca el no acomodarse y seguir un estilo de vida de continuo aprendizaje. La Regla de las 5 horas es practicada por muchas de esas personas de éxito que conocemos.
Profesionales de éxito como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Sheryl Sandberg (directora operativa de Facebook) o Elon Musk (cofundador de Paypal y director general de Tesla Motors) han utilizado este sistema –adaptado lógicamente a los tiempos modernos- para no dejar de asimilar conocimientos y técnicas. Ellos, entre otras figuras de nuestro tiempo, deben parte de su éxito al aprendizaje constante y a su curiosidad inagotable.
Según un artículo sobre la regla de las 5 horas publicado en la revista estadounidense Inc. Magazine, Bill Gates lee, gracias a este sistema, un libro a la semana: “La lectura sigue siendo la principal manera en la que aprendo cosas nuevas y pongo a prueba mi conocimiento”, manifestó el cofundador de Microsoft en una entrevista con The New York Times en 2016.
No deja de ser un compromiso con nosotros mismos que puede enriquecernos tanto a nivel personal como laboral.
Pero ya que estoy con Benjamín Franklin, me apetece continuar con él.
Franklin es todo un personaje de éxito, demostró que el liderazgo extraordinario es posible.
Fue llamado «el primer gran norteamericano» por la influencia que ejerció sobre el carácter de su nación.
Este humilde tipógrafo, humorista y filósofo de campanario, llegó a ser reconocido universalmente como uno de los más grandes sabios del mundo, como un notable emprendedor y hombre de negocios, y por encima de todo eso, como una persona que le aportó enormemente a su nación y la humanidad.
Según su autobiografía, nos comenta que el «deseaba vivir sin cometer ninguna falta en ningún momento».
Desde muy joven demostró su gran iniciativa y una enorme capacidad para mostrar resultados.
Benjamín Franklin fue de esos que no abandonan en sus propósitos y objetivos, constantes, pacientes y disciplinados.
Diré que eligió eligió 10 temas que sentía deseables para adquirir y profundizar. Durante una semana empeñó toda su atención a cada uno de ellos. Después, a sus 79 años, Franklin aseguró que todo su éxito se debió a la aplicación de ese descubrimiento. Al terminar de describir el método, el ex hombre de Estado escribió: «Espero que alguno de mis descendientes puedan seguir este ejemplo y recoger los beneficios.»
Estas son las 10 Claves del Éxito:
1. Templanza. No comer hasta la saciedad, no beber hasta la exaltación.
2. Silencio. Habla sólo lo que pueda beneficiar a los otros y a ti mismo. Evita las conversaciones fútiles.
3. Orden. Que cada cosa ocupe su lugar; que cada parte del negocio tenga su tiempo.
4. Determinación. Resolver llevar a cabo lo que se debe; actuar sin dejar de hacer lo que se determine.
5. Frugalidad. No gastar más de lo que es bueno para los otros o para sí mismos; esto es, no derrochar nada.
6. Industria. No perder tiempo; estar siempre ocupado en algo útil; suprimir todas las actividades innecesarias.
7. Sinceridad. No usar engaños; pensar inocente y justamente; si se habla, hacerlo como se debe.
8. Justicia. No causar perjuicio a nadie haciendo daños u omitiendo los beneficios que se deben.
9. Moderación. Evitar los extremos; resiente los daños en la medida que creas merecerlos.
10. Limpieza. No tolerar la suciedad en el cuerpo, vestidos, habitación o empresa.
Creo que la clave de nuestro crecimiento personal, como líderes personales cotidianos, está en aprender de todos aquellos que pueden sernos de referencia aunque, por épocas, estén lejos de este sistema vital nuestro que cada día nos hacemos más difícil.
Me apetecía dejar por aquí estas enseñanzas que, de seguro, a alguno de vosotros servirá de ejemplo para su día a día.