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Invitación a Vivir.

 

Reconociendo que mis reflexiones diarias, a veces, surgen como extraños apuntes, es preferible dejarlas por aquí a que se pierdan entre los vientos del pensamiento. Siempre buscan enriquecer.

Leía esta mañana, en no sé qué periódico, una entrevista al maestro zen Frank Ostaseski en la que nos invita a pensar en la muerte para así reflexionar sobre la vida: nos invita a vivir.

“La muerte es maestra de vida: como vivas, así morirás”

Reconozco que, en ese cada vez mayor acercamiento al budismo -y todo lo que tiene que ver con las filosofías orientales, sea taoísmo, hinduísmo, zen- cada vez medito y reflexiono más sobre esa palabra que en occidente, en nuestra cultura, parece tabú y que no es otra que la muerte.

Mis reflexiones siempre van encaminadas a la vida, pero también, cómo no, a que esa vida, mientras la tenemos, debe ser viva, vivida.

No debemos renunciar a la vida. No debemos perder ni un momento. La vida es breve y por eso la muerte es la gran maestra de la vida. La muerte, pensar en la muerte, nos hace valorar la vida, aprender de ella.

La muerte es parte del camino. Está aquí, es lo único que tenemos seguro en cuanto nacemos: vamos a morir. No sabemos cuando, pero todos morimos.

Es curioso cómo la gran mayoría, cuando la desgracia les hace conocer que están cerca de la muerte por alguna enfermedad, les entra las prisas por vivir. Pero cuando nos creemos no tener fecha, dejamos de vivir.

¿Qué hacemos perdiendo el tiempo? ¿Qué hacemos desaprovechando los momentos?

¿Qué hacemos enfadándonos continuamente?

¿Qué hacemos criticando a unos y a otros?

¿Qué hacemos quejándonos?

¿Qué hacemos tristes?

Es verdad que solemos vivir envueltos en ruidos, corriendo a todas partes como si el tiempo nos faltara, con prisas, sin pausa, para hacer o tener más, sin parar en ningún instante a reflexionar simplemente sobre el qué o para qué hacemos lo que hacemos.

Soy el primero que, en mis reflexiones y estudios sobre el budismo, encuentro mil contrariedades en mi que creo de difícil solución. Medito mucho sobre ello. Llego a la conclusión de que no es cierto que sean de difícil solución; todo comienza con pequeños pasos, con ir cambiando y viendo la vida desde otro punto de vista. Nada es fácil si se hace de repente. Sabemos que quitarnos de en medio todas esas cargas vitales, que nos vamos echando a la espalda, o cambiar de hábitos, no es fácil. Pero lo más difícil es lo primero y principal: encontrar esas contradicciones y definirlas, localizar esas perturbaciones mentales, atraparlas y dar los pasos para cambiar.

La sabiduría budista ayuda a conocernos nosotros mismos.

Uno de los primeros pasos es ser conscientes del momento presente, de la vida y de que no somos eternos. Nadie lo es.

Todo cambia y nuestra vida puede cambiar de un día para otro,  dar la vuelta por completo. Por eso, sabiendo que somos impermanentes, que todo fluye, que la vida fluye, que podemos estar anclados en esa cultura nuestra de la velocidad y el consumo pero que lo que hoy está mañana puede que no esté, vivamos.

Creemos que todos los días es lo mismo en nuestra vida. Ningún día es igual, ni siquiera nosotros somos la misma persona cada día. Tendemos a rutinas falsas y nos dejamos mal ir. Nos gusta planificar todo y por eso, cuando no nos sale algo de lo que habíamos planificado, surge la frustración.

Vivamos y no dejemos de vivir el hoy. El hoy es lo que tenemos. Mañana no lo sabemos, ni sabemos lo que nos deparará el día.

 Hoy, mientras preparaba la agenda de la semana,  me he dejado llevar por lo filosófico al preguntarme a mi mismo que para qué hacemos, o hago, tanta planificación de futuro. ¿No sería mejor sentir este presente, este ahora y mañana será otro día?

Dejo por aquí, porque me han parecido unos buenos consejos, del maestro Frank Ostaseski sus Cinco Invitaciones para estar presente en tu propia vida:

1. No esperes, porque mientras esperas el próximo momento estarás perdiendo el presente.

2. Acepta todo, no rechaces nada: nada podrás cambiar si no lo recibes y afrontas.

3. Pon todo tu ser en la experiencia; tendemos a creer que solo el conocimiento nos ayuda, pero nuestra humanidad o nuestro yo más interno es igualmente necesario.

4. Encuentra un momento de reposo en medio de los acontecimientos; creemos que descansaremos cuando nos llegue el final o incluso en las vacaciones, pero esto nunca ocurre, y el descanso es necesario.

5. Cultiva una mente que no sabe, abierta, con capacidad de maravillarse, curiosa: una mente de principiante donde siempre cabe más conocimiento.

 

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