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Meditando…

A veces pretendo no hacer nada, pero termino paseándome por las páginas blancas de mi cuaderno  y escribir algo. Es una especie de aptitud mental. Lo he estado dudando hasta este preciso momento que, por fin, he dejado el libro que tenía en las manos y me he decidido, forzoso, a encontrarme con mis absurdas palabras.

Termino el día bien. Pienso en los ajetreos de la jornada, en los excesos y carencias, en lo mejor o peor.

Llego con necesidad de orden y calma. He dejado atrás los fracasos, los expedientes incompletos y los versos sueltos que no llegarán a convertirse en poema. Quiero dejar esos problemas de difícil solución porque ya aparecerán otros más fáciles o difíciles de solucionar.

El hombre vive en su eterno problema.

Asumo que el mañana volverá a traerme fracasos, o no. ¿Quién lo sabe? Pero también consigo reconocer que son más los momentos en los que uno siente el privilegio de vivir que esos otros que nos cuesta caminar.

Tal vez los años me pidan más calma, más orden. El orden te sacude de tiempos innecesarios y estúpidos. El orden te aporta más momentos interesantes, de vida.

Y tal vez los años, también, me requieran meditar más. Menos hábitos tontos y buscar más encuentros con uno mismo que, al fin y al cabo es la única forma de darte cuenta de los que haces y no haces correctamente.

A veces nuestros sufrimientos nos los provocamos nosotros mismos, por esa manera tan absurda que tenemos de ver las cosas, de enfocar o no cada situación.

Tal vez busque en este año más espiritualidad, más tranquilidad, más salud mental y física. No es un reto fácil pero todo reto, con esfuerzo, con voluntad de acción, es una ilusión cada día.

Si somos felices mentalmente posiblemente el resto importe menos o nada. Los miedos, las preocupaciones, el estrés que nos provocamos a nosotros mismos dando vueltas y vueltas a todo aquello que nos preocupa, nos hace más daño del que pensamos.

Nos creemos que solo el daño físico puede perjudicarnos. Es mayor el deterioro mental que nos producimos con nuestras preocupaciones.

Buda decía que solo había enseñado una cosa: el sufrimiento y su cese.

La primera Noble Verdad del budismo es que la naturaleza de la vida es sufrimiento. Dukkha, en sánscrito sufrimiento. La vida está llena de sufrimiento: ansiedades, estrés, insatisfacciones, las enfermedades, el envejecimiento. 

Queremos controlar lo que es incontrolable y eso nos genera ansiedad. Queremos controlar el momento, pero no es algo que podamos controlar. Debemos vivirlo.

Queremos que las cosas sean distintas de como son, algo que es imposible. Eso nos llena de frustración.

Todo el sufrimiento está en nuestra mente.

Cambiar la mente, meditar, encontrarnos con nosotros mismos y llegar al sukha, que es lo contrario del dukkha: felicidad, alivio y consuelo.

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