A veces parece que nuestro día se viene abajo por el simple hecho de que unas nubes nos acompañen al despertar.
Hay una canción que me gusta muchísimo últimamente y que, casualmente, acababa de comenzar al sacar el coche del garaje: ‘Faded’ de Alan Walker.
¿Dónde estás ahora?/ ¿Todo en mi fantasía? / ¿Dónde estás ahora? / ¿Dónde solo imaginario?… creo que es más o menos la traducción de “Where are you now?/ Was it all in my fantasy?/ Where are you now?/ Were you only imaginary?”
Los inicios de los días son así: como los imaginamos, como los vemos. Cierto es que la letra de la canción no hace referencia al día, ni al clima, ni a las nubes… sino a esa persona que imaginamos o vemos como creemos o queremos que sea, no como realmente es. Pero así son también los días. Y no son como creemos que son, ni siquiera como amanecen: son como queremos que sean, independientemente de las circunstancias.
Los días de lluvia nos encojen. No vemos más allá de las nubes que nos cubren y, en vez de disfrutar y sentir el agua como una emoción, un riego de vida del cielo, nos agazapamos en la nostalgia y buscamos lo emocionalmente triste.
Cambiar tu recorrido habitual, tu rutina, es suficiente como para cambiar la percepción de tu día.
Las nubes, la lluvia pueden ser la alegría de la primavera, la luz de los campos. Salir a la calle y dejarte mojar; chapotear en los charcos y mirar el cielo con gratitud es cambiar la perspectiva del día.
Bañarte de sol o inundarte de silencio. Puede generar esa recarga que necesitabas.
Y eso es lo que puedes hacer hoy mismo: cambiar la perspectiva del día. Es más importante cómo vemos que lo que vemos. Puede que el sol entre por nuestra ventana, pero si no lo vemos dará lo mismo, nuestra vida estará inmersa en una oscuridad ficticia. Puede que el día esté envuelto en nubes y lluvia, pero si queremos saltar de alegría bajo el agua, en la calle, nuestra jornada será la más luminosa de la vida.
Desde hace un tiempo trato de meditar y reflexionar sobre el significado de las emociones. Me encuentro con casos extremadamente diferentes en mi entorno, en el día a día. Esos que lo ven todo oscuro y esos otros que, pese a las dificultades, creen en sí mismos porque encuentran la luz en cada movimiento. Unos llegan y otros se quedan, pero: unos viven y otros no.
Prefiero imaginar, prefiero vivir chapoteando el agua de lluvia aunque me moje, empape o constipe. Prefiero ahogarme mientras disfruto de lo que vivo a morir de sed por guardar el agua por si un día no tengo.
Prefiero comenzar la semana creyendo, a acostarme sin ilusión por el día de mañana.
Así que, amigos, acariciar los días, las semanas; imaginando siempre y repletos de felicidad mejor que sentados en el sillón pensando que vivís lo que no vivís.
Dónde hay nubarrones, suele esconderse un gran sol. Y si el día amanece con nubes, cambiemos la mirada: veamos un gran sol.