Hay determinadas circunstancias en la vida que no nos gustaría haber vivido ni recordar. Los hombres somos los únicos seres que cuando no tenemos problemas, tratamos de buscarlos hasta encontrar.
Lo peor de tomar una decisión, es que nunca sabrás si has acertado o no hasta que no pase un tiempo. Cuando asumes la responsabilidad de hacerlo, ya no caben dudas: el mayor acierto, siempre he dicho, está en dar el paso.
A lo largo de nuestras vidas es difícil no equivocarnos o tomar decisiones equivocadas. Por eso he tratado siempre de no prejuzgar a los demás. Lo que es bueno para unos, puede ser malo para otros y viceversa.
Una mala decisión en tu vida puede tirar por la borda una reputación, pero no una vida. La reputación se va construyendo con el tiempo, paso a paso, decisión a decisión. Y mientras haya vida hay tiempo de rehacer el camino.
Muchas veces deberíamos preguntarnos y analizar más los por qué, que culpar o enjuiciar prematuramente. Cuando alguien acierta, nadie le critica. Cuando alguien falla, todo el mundo conoce el por qué sin saber ni haber vivido esa experiencia.
La vida de cada uno es del que la posee, de sí mismo, por eso entrar a prejuzgar, mediatizar u opinar, es algo extremadamente peligroso.
Somos dueños de nuestros sueños, de nuestros silencios y de nuestros actos. Caminamos por un mundo repleto de obstáculos y tomamos decisiones, acertadas o no, a cada momento.
Pero no estamos solos en el mundo. Vivimos y convivimos; dependemos y dependen de nuestros actos, de nuestros aciertos y errores. El tiempo te hace medir con mayor precisión tus actos, porque de tus actos provienen consecuencias no sólo para nosotros, sino para los que nos rodean.
Siempre había supuesto, que los años te aportan cierta experiencia a la hora de elegir los caminos menos embarrados. No tengo muy claro que así sea. Curiosamente, no hace mucho, escribía por aquí que hay etapas para todo, pero cada una tiene su tiempo. No deberíamos intentar vivir una etapa a los 70 años que deberíamos haber vivido a los 40. Y tampoco podemos vivir con 40 años como si tuviésemos 70.
En la vida uno no es uno mismo; no es lo que aparenta hacia el exterior. Cuando terminamos nuestra camino, uno es lo que tiene, lo que le acompaña: el espíritu, la familia, los amigos. Si no tiene nada de eso, no es nada.
Por eso son siempre tan importantes nuestras decisiones y actos, pero tal vez lo sean más, si cabe, cuanto más mayores seamos. Desgraciadamente, el tiempo para enmendarnos será menor.
Hay conversaciones que evitas, que no quieres tener. Hay conversaciones que cuando las tienes es posible que perduren en el recuerdo para siempre, otras, en cambio, se olvidan al instante. Hay conversaciones que tienes y a lo mejor deberías haber evitado pero otras, sin duda, es posible que si las hubieras tenido a tiempo hubieran ahorrado, también, otro tipo de situaciones.
La vida es como una novela de la que posiblemente no conocerás nunca su final. Hay novelas aburridas o divertidas, como vidas. Hay vidas peligrosas, como de novela. Hay tantas vidas como novelas, cada uno tiene la suya porque a cada uno le toca vivir una.
Siempre he intentado buscar el significado de las cosas. He creído que todo tiene un porqué en esta vida. A veces me es muy difícil encontrarlo. Recordar es siempre mirar atrás; mirar atrás suele revolver nuestros pensamientos. Lo hecho, hecho está.