Ayer por la mañana, aprovechando un sol frío, pero agradable, que más tarde se escondió entre las nubes, salí a buscar -y respirar- ese lugar que forma parte de mi que es el Cerro de los Ángeles.
Es bueno y positivo tener lugares que teprovoquen pensar, meditar.
Mientras recorría sus faldas, zancada a zancada, con esa sensación de gratitud por vivir momentos así, paramos un instante a contemplar su enorme misticismo desde uno de sus laterales.
La imagen que se nos ofrece, de enorme belleza, provocó en mi una reflexión que, casualmente, me acompañó durante todo el día: ¿para qué mirar atrás?. Hemos recorrido con esfuerzo los kilómetros que nos han traído hasta aquí, con tropiezos y algún que otro suspiro, pero ahora, en este momento, lo más importante es recorrer los que quedan por delante.
Con esa misma reflexión comienzo muchos días mi despertar. Muchas noches me acuesto dándole vueltas a esto: pensando continuamente en el pasado no se hace futuro. Lo hecho hecho está, bien o mal, y el futuro está por venir.
Tengo en ocasiones esa absurda tentación de entretenerme mirando hacia el pasado. No me doy cuenta que lo que hago es perder el tiempo y no focalizar el futuro.
Es verdad que nuestra historia se va escribiendo con lo que hacemos o dejamos de hacer; con esas decisiones que uno toma en cada momento acertadas o no; con esas otras que no toma.
Pero el futuro está ahí, el futuro está sin escribir.
Cuando tengo alguna sesión coaching, algunos clientes que se sienten en un momento de atasco, de bloqueo vital, ese por el que todos, la gran mayoría, pasamos en alguna ocasión, me piden consejo y siempre les respondo lo mismo: una situación así, de parálisis vital, no tiene por qué ser negativa.
Saquemos lo positivo. Lo positivo de una situación así es que, por circunstancias, la vida nos obliga a parar, a detenernos en seco.
Ese momento es imprescindible para examinarnos, para encontrarnos con nosotros, posiblemente con lo más mísero de nuestro interior, para repensarnos. Es en ese instante en el que debemos agradecer y sentir que lo más importante está por venir: el futuro.
De nada sirve mirar hacia atrás, a ese pasado que nos va a acompañar, si no somos capaces de generar un futuro diferente.
Tenemos en nuestras manos el futuro.
El futuro de cada uno no está escrito y no debemos permitir que lo escriban por nosotros.
Escribamos nuestro futuro, con nuestros objetivos y metas. Caminemos hacia él a la velocidad que nos propongamos. No hay prisa. Como en esa carrera: lo importante de todo es llegar. Y llegar es ser conscientes de que mientras tengamos vida todo está por hacer.
Werner Erhardt utilizaba muchas veces esta reflexión: «Crea tu futuro a partir de tu futuro, no de tu pasado.»
No soy capaz de expresarlo mejor, tampoco lo deseo.
El futuro se crea pensando en el futuro y olvidándonos del pasado.
Se acercan fechas, final y principios de año, en las que muchas personas aprovechan para marcarse objetivos y metas futuras. Es un buen ejercicio. La gran mayoría no vuelve a pensar en ello ni, en caso de haberlo escrito, leerlo. Queda en el olvido, en el pasado.
Es preferible plantearse pocos y pequeños objetivos y trabajar por ellos; que proponernos muchos y ni siquiera intentar conseguirlos.
Que el pasado no sea tu preocupación, preocúpate por tu futuro: dedícate a crearlo.
Y para crearlo ponte a trabajar hoy mismo en él.